lunes, 19 de septiembre de 2011

La muerte de Licitra y el amor por la vida.




Ópera: Tosca, estrenada en Roma en 1900.



Autor: Giacomo Puccini con libreto de Illica y Giacosa sobre el drama de V. Sardou "La Tosca".


Gota: Subió a la moto y, como sólo un divo de la ópera podría hacer, se ajusto el pañuelo al cuello para proteger su garganta. ¿El casco? No, a él lo que le preocupaban eran sus cuerdas vocales.  Pero algo salió mal, la moto cayó y el cuerpo de Salvatore Licitra impactó contra un muro. Su novia, que viajaba con él, salió ilesa. Él entró en coma y murió unos días después.  Fue el pasado cinco de septiembre. Tenía 43 años. Mucha vida por vivir y toda su carrera por delante.

“Ha muerto el sucesor el nuevo Pavarotti” repetían los medios en los días posteriores.  Pero sólo  había tres cosas en común entre ellos: el origen italiano, la oronda figura y que una tarde de primavera de 2002, en Nueva York, una indisposición del primero permitió al segundo debutar con gran éxito en el Metropolitan y dar el gran salto internacional.  Esa noche de gloria neoyorkina, y la apuesta decidida que por él hizo La Scala, lo convirtieron en  uno de los cantantes más solicitados del mundo. No estaba entre mis favoritos, pero no cabe duda de que  se lo rifaban los teatros: sólo en este año Milán, Berlín, Viena, Nueva York, Verona, Tokio, Hamburgo, Chicago…

Resulta irónico que el rol por el que será recordado sea el Mario Cavaradossi de “Tosca”. Ese fue el papel con el que sustituyó a Pavarotti en el MET, pero también con el que junto a Guleghina y Nucci, dirigidos por Mutti y con un montaje extraordinario de Luca Ronconi para  La Scala (el mismo que pudo verse en el Maestranza de Sevilla unos años después), consiguió realizar la que sin duda es su grabación más destacada, la que hoy nos ocupa y que hará que dentro de muchos años se le siga recordando. Y digo que es irónico porque jamás un personaje en una ópera ha realizado un canto tan hermoso a la vida, a las ganas de seguir viviendo, que el Cavaradossi  de “Tosca”. Quizá fue por ello por lo que, al saber de la muerte de Licitra, lo primero que me pidió el cuerpo fue volver a ver el DVD de esa noche en La Scala. Y quizá fue por ello por lo que ya casi al final,  con los primeros compases de “E Lucevan le Stelle”, no pude evitar un escalofrío  que se convirtió el lagrimas cuando  Mario Cavaradossi, por boca de Licitra, me decía “L'ora è fuggita, e muoio disperato! E non ho amato mai tanto la vita ...” Y es que es triste que sólo la muerte nos haga tomar consciencia de cuanto amamos la vida 



2 comentarios:

  1. Por lo que me han contado, cogió la moto con su novia para ir a buscar una pizza a un sitio muy cercano a su domicilio. Sólo tenía un casco, y se lo dió a ella. El resto ya lo sabemos.

    Si, amamos todos la vida, pero pocos saben vivirla como si sólo hubiera una...habiendo sólo una.

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  2. Caro Almaviva,

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    Saudações de Portugal

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